-¡Habla!- gritó Luciana Francisca, entre nerviosa y enojada, mientras zarandeaba a Alberto Jonaso -¡Habla, quien quiera que seas!
-Tranquila- dijo Ana Meritxell, mientras intentaba contenerla- te lo va a contar todo, lo zarandees o no.
-¡De eso nada!- dijo de pronto Alberto Jonás, alejándose de ellas- no se si me habéis tomado por el pito del sereno, pero llevo varios días de viaje en carro hasta llegar aquí para contar la dichosa noticia, y no estoy dispuesto a que se me trate así. Me marcho.
Meritxell fue hacia Alberto Jonás.
-Perdónala, a veces tiene esos prontos, no aguanta bien los misterios, está enganchada a demasiadas series de ficción, y a menudo jamás ve los finales de temporada u otras personas le cuentan lo que va a ocurrir antes de tiempo.
-Está bien- dijo, tranquilizándose, Alberto Jonás, y quizá remordiéndole la conciencia el que él mismo, en el pasado, desvelara la identidad del asesino de Laura Palmer a un inocente muchacho- volveré a hablar con ella.
Mientras tanto, en la oficina notarial de Gaernitia, Carmen Dorotea e Isabel Miranda esperaban sentadas en la sala de espera, hechas un manojo de nervios.
-Carmen Dorotea- comenzó Isabel Miranda- hay algo que no entiendo de todo esto ¿Cómo es posible que tú estuvieras al tanto de todo el tema de la herencia? Yo ni siquiera te conocía.
-Sí, lo se, tu tía abuela intentó mantenerte al margen de todos estos mundos, para que vivieras en la inocencia, pero me encargó que a su muerte viniera ipso-facto para evitar que otras personas intentaran aprovecharse de la situación.
-¿Qué otras personas?
-Otras... personas- dijo Carmen Dorotea haciendo los clásicos ojitos que tanto la caracterizaban.
Mientras tanto, en Nápoles, y tras obligar a Luciana Francisca a tomarse una tila, Alberto Jonás se disponía a dar la noticia.
-Está bien- dijo- lo contaré todo de un tirón. Luciana Francisca, tú no eres la hermana de Ana Meritxella: eres adoptada.
-¿Cómo?- dijeron sorprendidas las dos muchachas.
-Si, asumidlo, y no me corteis más. Resulta que tu madre murió cuando te dio a luz, Luciana Francisaca. Bueno, cuando os dio a luz a ti... y a tu hermana.
-¿Cómo?- volvieron a decir, interrumpiendo de nuevo.
-Lo se, es impactante, pero no me cortéis. El caso es que como tu madre vio que estaba a punto de morir, le encargó vuestro cuidado a tu tía abuela, pero como ésta era un poco anciana, se vio sobrepasada y se quedó con tu hermana y a ti te mandó con una familia de confianza, la de Ana Meritxella.
-¿Cómo?
-Si, si, tal como lo oís. Pero si eso os ha parecido fuerte, aquí viene lo mejor: tu tía abuela acaba de morir, dejando toda su herencia a sus únicas herederas... tu hermana y ... ¡Tú!
-¿Cóoooooomoooo?
Y fue el último "como", porque acto seguido Luciana Francisca se desmayó.
-Tranquila- dijo Ana Meritxell, mientras intentaba contenerla- te lo va a contar todo, lo zarandees o no.
-¡De eso nada!- dijo de pronto Alberto Jonás, alejándose de ellas- no se si me habéis tomado por el pito del sereno, pero llevo varios días de viaje en carro hasta llegar aquí para contar la dichosa noticia, y no estoy dispuesto a que se me trate así. Me marcho.
Meritxell fue hacia Alberto Jonás.
-Perdónala, a veces tiene esos prontos, no aguanta bien los misterios, está enganchada a demasiadas series de ficción, y a menudo jamás ve los finales de temporada u otras personas le cuentan lo que va a ocurrir antes de tiempo.
-Está bien- dijo, tranquilizándose, Alberto Jonás, y quizá remordiéndole la conciencia el que él mismo, en el pasado, desvelara la identidad del asesino de Laura Palmer a un inocente muchacho- volveré a hablar con ella.
Mientras tanto, en la oficina notarial de Gaernitia, Carmen Dorotea e Isabel Miranda esperaban sentadas en la sala de espera, hechas un manojo de nervios.
-Carmen Dorotea- comenzó Isabel Miranda- hay algo que no entiendo de todo esto ¿Cómo es posible que tú estuvieras al tanto de todo el tema de la herencia? Yo ni siquiera te conocía.
-Sí, lo se, tu tía abuela intentó mantenerte al margen de todos estos mundos, para que vivieras en la inocencia, pero me encargó que a su muerte viniera ipso-facto para evitar que otras personas intentaran aprovecharse de la situación.
-¿Qué otras personas?
-Otras... personas- dijo Carmen Dorotea haciendo los clásicos ojitos que tanto la caracterizaban.
Mientras tanto, en Nápoles, y tras obligar a Luciana Francisca a tomarse una tila, Alberto Jonás se disponía a dar la noticia.
-Está bien- dijo- lo contaré todo de un tirón. Luciana Francisca, tú no eres la hermana de Ana Meritxella: eres adoptada.
-¿Cómo?- dijeron sorprendidas las dos muchachas.
-Si, asumidlo, y no me corteis más. Resulta que tu madre murió cuando te dio a luz, Luciana Francisaca. Bueno, cuando os dio a luz a ti... y a tu hermana.
-¿Cómo?- volvieron a decir, interrumpiendo de nuevo.
-Lo se, es impactante, pero no me cortéis. El caso es que como tu madre vio que estaba a punto de morir, le encargó vuestro cuidado a tu tía abuela, pero como ésta era un poco anciana, se vio sobrepasada y se quedó con tu hermana y a ti te mandó con una familia de confianza, la de Ana Meritxella.
-¿Cómo?
-Si, si, tal como lo oís. Pero si eso os ha parecido fuerte, aquí viene lo mejor: tu tía abuela acaba de morir, dejando toda su herencia a sus únicas herederas... tu hermana y ... ¡Tú!
-¿Cóoooooomoooo?
Y fue el último "como", porque acto seguido Luciana Francisca se desmayó.
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