sábado, 19 de mayo de 2007

Dos hermanas

Una noche oscura a las afueras de Gaernitia, en la toscana italiana. Una mujer está dando a luz con la única compañia de su tia y el mozo del establo.

La mujer da a luz a una niña, pero de pronto... ¡Sorpresa, sorpresa! Otra criatura está en camino, otra niña. La madre, que no ha sido capaz de soportar el parto, mientras exhala sus últimas respiraciones, pide a su tia, la señora Ángela, que se haga cargo de las niñas y les pone un nombre a cada una: Luciana Francisca e Isabel Miranda. Acto seguido muere.

La señora Ángela, que se siente demasiado mayor para quedarse a cargo de dos criaturas, encarga al mozo del establo que viaje hasta Nápoles con una de ellas y se la entregue a unos conocidos de su confianza.

Alguien, desde la rendija de la puerta, ha observado toda la escena.

25 años después

Isabel Miranda trabaja en la finca de su tia abuela Ángela. Por la mañana ayuda en los campos y por la tarde acude a las clases que se imparten en Gaernitia para futuros profesores, con su inseparable amiga Florencia Rosalinda, con la que ha compartido algunos de los mejores momentos de su vida y a la que considera la hermana que nunca tuvo.

A pesar de que su tia osee una de las grandes fortunas de Italia, vive en su rústica finca de Gaernitia desde hace muchos años, y por ello Isabel Miranda ha llevado una vida de campesina total.

Un día, regresando de sus clases vespertinas, Isabel Miranda escucha revuelo en la finca. Todos los sirvientes se arremolinan alrededor de un punto en el campo. Isabel Miranda, temiéndose lo peor, corre hacia el lugar y tras apartar a todo tipo de campesinos, encuentra el cuerpo sin vida de su tia abuela Ángela.

Isabel Miranda cae desmayada al suelo. Cuando despierta, en una cama de la vieja casa, cree estar sola en la habitación, pero pronto descubre dos figuras: una, la de Alberto Jonás, hombre de confianza de su tia abuela, que apenas si se ha separado del lecho mientras Isabel dormia; la otra es una mujer. Su cara le resulta conocida a Isabel Miranda, pero no sabe quien es.

- Hola, soy Carmen Dorotea - dice suavemente - la abogada de tu familia.

Isabel Miranda mira hacia otro lado. En ese momento no está dispuesta a hacer los trámites legales.

- Vamos, Isabel Miranda - continua Carmen Dorotea - se que es duro, pero tienes que afrontar la realidad: tu tia abuela a muerto y ahora tú eres la que está al frente de su fortuna. Y tienes que ser fuerte.

Fortuna. Isabel Miranda no puede evitar que los ojos le hagan chiribitas y se da la vuelta rápidamente. Siempre había deseado que llegara ese momento, aunque no de esta manera... De todas formas, si el destino lo había querido así sería por algo.

- Carmen Dorotea - dice Isabel Miranda con voz débil pero firme - se lo que tengo que hacer. ¡Lo se! Y creeme, puedes confiar en mi, porque yo dirigiré con mano firme la fortuna de mi tia. Así lo haré.

-Lo se - contesta con aires misteriosos y poniendo ojitos Carmen Dorotea - lo se...

Alberto Jonás abandona silenciósamente la estancia y monta en su caballo en dirección a Gaernitia. Ha llegado el momento. El momento de ir a Nápoles.

viernes, 18 de mayo de 2007

Otra vida

Desde la terraza de la habitación del moderno ático que Luciana Francisca compartía con su hermana Ana Meritxell se podía ver toda la bahía de Nápoles con el puerto al fondo.

Luciana Francisca se despertó esa mañana tarde, con la música que sonaba en su radio-despertador. Era sábado, y eso quería decir que probablemente ella y Ana Meritxell irían a darse una vuelta en uno de los barcos de vela de alguno de los chicos del puerto.

Luciana Francisca se desperezó, salió al balcón a disfrutar de la agradable brisa napolitana, y luego se dirigió al salón para tomar el desayuno. Sin embargo, en ese salón, tomando una taza de café con Ana Meritxell, le esperaba una sorpresa.

Cuando salió de su cuarto encontró a Ana Meritxell sentada con su batín de seda azul a un lado de la barra americana que separaba el salón de la cocina, y al otro a un misterioso muchacho, con barba de 3 días y con pinta de no haberse duchado en otros tantos (vamos, que olía a chotún).

-¿Quién es el chico este?- pregúntó Luciana Francisca.

- Hola Luciana, te presento a Alberto Jonás, creo que tiene algo que contarte- dijo Ana Meritxell.

El chico (este) parecía cansado a la par que nervioso y lévemente asustado por la noticia que tenía que dar.

-¡Vamos, que pasa, dejad de haceros los sospechosos!- dijo Luciana Francisca.

A kilómetros de distancia, en Gaernitia, Isabel Miranda se dirigía a la oficina notarial en compañía de su abogada, Carmen Dorotea.

-¿Te das cuenta de que dentro de poco la mayor parte de este pueblo será tuya?- preguntó alegremente Carmen Dorotea.

-Aún no lo asumo, Carmen Dorotea, pero creeme, estaba preparada para este momento- contestó orgullosa Isabel Miranda.

En la distancia, en Nápoles, estaban a punto de dar una noticia que cambiaría toda la vida de Isabel Miranda... otra vez.

jueves, 17 de mayo de 2007

Las protagonistas de BDP invitadas a la gala de los Emmy

Ariarinna y Florentza a las puertas del Teatro Chino

Varias de las protagonistas de Borracha de Poder acudieron a la gala anual de entrega de los Emmy que se celebró en el Teatro Chino de Los Ángeles, California. Aunque la serie no se encontraba entre las nominadas, ya que los premios se otorgan a los mejores programas del año pasado, Isabella y Lucianna fueron las encargadas de la entrega del premio a la mejor serie extranjera.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Algo se acerca

-¡Habla!- gritó Luciana Francisca, entre nerviosa y enojada, mientras zarandeaba a Alberto Jonaso -¡Habla, quien quiera que seas!

-Tranquila- dijo Ana Meritxell, mientras intentaba contenerla- te lo va a contar todo, lo zarandees o no.

-¡De eso nada!- dijo de pronto Alberto Jonás, alejándose de ellas- no se si me habéis tomado por el pito del sereno, pero llevo varios días de viaje en carro hasta llegar aquí para contar la dichosa noticia, y no estoy dispuesto a que se me trate así. Me marcho.

Meritxell fue hacia Alberto Jonás.

-Perdónala, a veces tiene esos prontos, no aguanta bien los misterios, está enganchada a demasiadas series de ficción, y a menudo jamás ve los finales de temporada u otras personas le cuentan lo que va a ocurrir antes de tiempo.

-Está bien- dijo, tranquilizándose, Alberto Jonás, y quizá remordiéndole la conciencia el que él mismo, en el pasado, desvelara la identidad del asesino de Laura Palmer a un inocente muchacho- volveré a hablar con ella.

Mientras tanto, en la oficina notarial de Gaernitia, Carmen Dorotea e Isabel Miranda esperaban sentadas en la sala de espera, hechas un manojo de nervios.

-Carmen Dorotea- comenzó Isabel Miranda- hay algo que no entiendo de todo esto ¿Cómo es posible que tú estuvieras al tanto de todo el tema de la herencia? Yo ni siquiera te conocía.

-Sí, lo se, tu tía abuela intentó mantenerte al margen de todos estos mundos, para que vivieras en la inocencia, pero me encargó que a su muerte viniera ipso-facto para evitar que otras personas intentaran aprovecharse de la situación.

-¿Qué otras personas?

-Otras... personas- dijo Carmen Dorotea haciendo los clásicos ojitos que tanto la caracterizaban.

Mientras tanto, en Nápoles, y tras obligar a Luciana Francisca a tomarse una tila, Alberto Jonás se disponía a dar la noticia.

-Está bien- dijo- lo contaré todo de un tirón. Luciana Francisca, tú no eres la hermana de Ana Meritxella: eres adoptada.

-¿Cómo?- dijeron sorprendidas las dos muchachas.

-Si, asumidlo, y no me corteis más. Resulta que tu madre murió cuando te dio a luz, Luciana Francisaca. Bueno, cuando os dio a luz a ti... y a tu hermana.

-¿Cómo?- volvieron a decir, interrumpiendo de nuevo.

-Lo se, es impactante, pero no me cortéis. El caso es que como tu madre vio que estaba a punto de morir, le encargó vuestro cuidado a tu tía abuela, pero como ésta era un poco anciana, se vio sobrepasada y se quedó con tu hermana y a ti te mandó con una familia de confianza, la de Ana Meritxella.

-¿Cómo?

-Si, si, tal como lo oís. Pero si eso os ha parecido fuerte, aquí viene lo mejor: tu tía abuela acaba de morir, dejando toda su herencia a sus únicas herederas... tu hermana y ... ¡Tú!

-¿Cóoooooomoooo?

Y fue el último "como", porque acto seguido Luciana Francisca se desmayó.