Ariadna Aritendiana acompañó a Carmen Dorotea, empujando su silla de ruedas, hasta su despacho en el buffet. Una vez allí Carmen Dorotea le pidió que se marchara.
El despacho estaba tal y como lo había dejado hace meses, antes del accidentes, solo que con una capa de polvo. Era como si el tiempo se hubiera parado. Carmen Dorotea había perdido mucho en ese tiempo, muchos clientes, mucho dinero, y estaba llena de ira. Por eso, y aun a riesgo de que alguien entrara en ese momento y la viera, se levantó de su silla de ruedas y llena de rabia comenzó a tirar todo por los suelos, los montones de papeles apilados, las sillas, los muebles archivadores...
Finalmente ella también se derrumbó. Allí en el suelo, abatida, se preguntó que había pasado con aquella Carm,en Dorotea luchadora e incombustible. Quizá también la perdió en el accidente. Y después de muchos tiempo, una lágrima rodó por su ejillá y cayó. Pero no cayó al suelo, sinó sobre una ficha, y concretamente sobre la foto que había en la ficha. Era de uno de los casos antiguos del buffet.
Carmen Dorotea se paró a recogerla, y comprobó atónita quien era quien aparecía en la foto. Una sonrisa se dibujó en sus labios y en ese momento se prometió a si misma que pasaría mucho tiempo hasta que volviera a llorar de nuevo, porque el que aparecía en la foto no era otro que Bruno Donatello.
El despacho estaba tal y como lo había dejado hace meses, antes del accidentes, solo que con una capa de polvo. Era como si el tiempo se hubiera parado. Carmen Dorotea había perdido mucho en ese tiempo, muchos clientes, mucho dinero, y estaba llena de ira. Por eso, y aun a riesgo de que alguien entrara en ese momento y la viera, se levantó de su silla de ruedas y llena de rabia comenzó a tirar todo por los suelos, los montones de papeles apilados, las sillas, los muebles archivadores...
Finalmente ella también se derrumbó. Allí en el suelo, abatida, se preguntó que había pasado con aquella Carm,en Dorotea luchadora e incombustible. Quizá también la perdió en el accidente. Y después de muchos tiempo, una lágrima rodó por su ejillá y cayó. Pero no cayó al suelo, sinó sobre una ficha, y concretamente sobre la foto que había en la ficha. Era de uno de los casos antiguos del buffet.
Carmen Dorotea se paró a recogerla, y comprobó atónita quien era quien aparecía en la foto. Una sonrisa se dibujó en sus labios y en ese momento se prometió a si misma que pasaría mucho tiempo hasta que volviera a llorar de nuevo, porque el que aparecía en la foto no era otro que Bruno Donatello.