Bruno Donatello no cabía en sí de ira. No podía permitir que Carmen Dorotea arruinara su boda con Diannella. llevaban demasiado tiempo planeando el enlace, y solo de esa manera cumplirían la última voluntad de su bisabuela y heredarían sus tierras. Sin embargo, de alguna m,anera, Carmen Dorotea se había enterado de sus planes y desde ese momento les estaba extorsionando.
Sin dudarlo Bruno Donatello dirigió su Cadillac hacia la cas de Carmen Dorotea, arriesgándose a perder la cita con el sastre que le iba a hacer la última prueba del smokin. Pero esto era más importante.
Carmen Dorotea se encontraba en su jardín, tomándose el sol, con un Cosmopolitan en la mano. En realidad no era un Cosmopolitan, era un combinado de Ariadna Aritendiana que le preparaba al azar, porque no tenía ni idea de lo que era un cosmopolitan cuando se lo pedía. Ese día Carmen Dorotea estaba de buen humor.
-¿Ariadna Aritendiana?- gritó.
Y al poco apareció la muchacha.
-¿Qué deseas?
-Hoy te puedes marchar antes, me ha dado el puntillo- contestó Carmen Dorotea.
Ariadna Aritendiana recogió todas sus cosas a la velocidad de la luz para evitar que cambiara de opinión. Cuando se disponía a salir por al puerta, se encontró con Bruno Donatello, a punto de llamar, y le dejó pasar. Bruno se encontró con Carmen Dorotea, en su silla de ruedas, en ese jardín, al borde de esa piscina y con ese cosmopolitan, y su mente comenzó a maquinar:
-Un pequeño empujón, solo un empujoncito, y morirá ahogada en esa piscina, retorciéndose en su agonía, y todo el mundo pensará que se cayó porque estaba borracha....
Y poco a poco se acercó. En el último instante Carmen Dorotea se dió la vuelta y pero no pudo ver su cara. De pronto se vió sumergida en el agua sin saber muy bien que había pasado, y comenzó a chapotear. Bruno Donatello, asustadó de si mismo, de lo que había hecho, se quedó paralizado. No podía ayudarla, porque su ira sería terrible cuando la sacara. Así que decidió huir.
Carmen Dorotea era incapaz de nadar con su pierna ultraentablillada. Chapoteó sin fin, y cuando estuvo a punto de caer ahogada en el fondo, logróa zafarse de la escayola y salió a la superficie. Alguien, no sabía quien, había intentado matarla y pagaría por ello. Pero en esos momentos Gaernitia se había vuelto demasiado peligrosa: se había forjado muchos enemigos, ya no era un lugar seguro.
Así que entró a la casa, se cambió y pidió un taxi hacia la estación de trenes. Una vez en la estación se dió cuenta de que estaba comenzando una nueva vida. Tenía que empezar de cero. Incluso de cero coma. Sacó un fajo de billetes y se acercó a una anciana que esperaba la cola con su reserva para canjear su billete:
-Abuela- le dijo poniendo vocecilla de tia dura- le doy toda esta pasta a cambió de su reserva.
La anciana puso ojitos, miró el fajo, miró a Carmen Dorotea, miró su reserva y acto seguido se la entregó a Carmen Dorotea, agarró los billetes y huyó en todas diercciones. CArmen Dorotea se acababa de desprender de casi todo su dinero. Eso era parte de su plan.
Cuando llegó a la ventanilla de reservas, la cajera le preguntó su nombre. Aturdida, se dió cuenta de que no había pensado en ese pequeño detalle. Miró la reserva de la anciana que tenía entre sus manos y vió su nombre apuntado. Puso ojitos y contestó a la cajera:
-Elisa Antonia.